El duelo y las palabras

Por la Dra. Isabel Beluardi, Médica Psiquiatra y Directora Médica de Ipdeba

Hay muchas palabras que hoy se han ido incorporando al vocabulario cotidiano y que se escuchan reiteradamente en los medios, en una conversación familiar, en charlas casuales, y que eran casi exclusivas del ambiente médico: pandemia, virus, mutación, antígeno, anticuerpo, plasma, barbijos, tapaboca, mascarilla, cuarentena, terapia intensiva, respiradores, reactivos y un largo etcétera. Hay otra palabra que nos asusta mucho y que casi no queremos nombrar: muerte. En tiempos normales nos angustia, nos causa estupor, aterroriza. En tiempos de pandemia casi se ha trivializado. Diariamente recibimos el número estadístico de fallecidos, el frío número sin identidad, que al estar ausente borronea el sentido de lo que hay detrás, de lo que esa cifra significa. Detrás hay seres humanos, padres, hijos, hermanos, alguien que tuvo un nombre, una familia y una historia.

Al hablar de familia, tenemos que incorporar otra palabra, duelo, que también parece olvidada detrás de las cifras con las que nos informan del número de fallecidos. El duelo es una reacción emocional ante una pérdida. Las circunstancias actuales lo hacen más difícil ante la ausencia de despedida y de acompañamiento. La elaboración de la pérdida es más dificultosa porque quedan cosas pendientes, que siempre se sienten pero que hoy, con esta enfermedad y sus circunstancias, se sienten aún más.  El aislamiento, la distancia, intensifican la angustia y el sentimiento de lo que no se hizo y se podría haber hecho.

El duelo siempre es difícil, lleva tiempo de elaboración, se va dando lentamente y de acuerdo a la capacidad emocional de cada uno. Para su elaboración ayuda mucho el aquí y ahora de lo que se tiene, los afectos presentes, hijos, nietos, amigos.

Las expresiones de dolor por la pérdida de un ser querido pueden manifestarse a través de llanto, tristeza pero también confusión y hasta enojo. En algunos casos, la tristeza y el dolor se prolongan, no ceden y hay una tendencia a no aceptar la muerte. La persona que lo transita no puede sentir ni valorar la posibilidad sanadora de la relación con sus vínculos cercanos y se refugia en la sombra del pasado, sin poder volver a su vida habitual, quedando atrapada en un círculo que puede llevar a la depresión melancólica.

Cuando ocurre la pérdida de un ser querido es importante y necesario el apoyo de los seres queridos y amigos. Si esto no alcanzara debe solicitarse ayuda psicológica profesional, ante un agravamiento del cuadro, pero siempre es importante poner en palabras lo que se siente, ya sea con alguien cercano o con un profesional. Hablar puede reavivar la angustia en el momento de hacerlo pero es necesario, alivia y ayuda sin dudas a elaborar el difícil proceso del duelo.

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